Pentiopirad
EAST LANSING, Michigan – El tiempo nublado y fresco de esta primavera ha favorecido la aparición del hongo Botrytis cinerea, que causa moho gris en muchas plantas ornamentales de invernadero. Reconocer el problema no es difícil. Los síntomas comunes de la enfermedad incluyen manchas y tizones en las hojas, y cancros en los tallos (ver fotos). La tarjeta de visita de Botrytis incluye las grandes masas de conidios grises o esporas que se producen. Es esta pelusa conidial gris la que da a esta enfermedad el nombre de «moho gris». Una infección que comenzó como una pequeña mancha foliar apenas perceptible puede expandirse rápidamente a una gran superficie. Los pétalos de las flores que caen sobre las hojas sirven de base alimenticia para la Botrytis, lo que permite al patógeno infectar fácilmente las hojas. El agua y la elevada humedad relativa son los factores clave de la Botrytis.
Aunque existen estrategias para prevenir la proliferación de esta enfermedad, muchos cultivadores se ven obligados a realizar un triaje para evitar mayores pérdidas. Los fungicidas pueden limitar las pérdidas, pero se necesita una buena cobertura e intervalos cortos entre aplicaciones para frenar la enfermedad. Cuando los fungicidas utilizan un modo de acción similar contra Botrytis, tendrán el mismo código FRAC. El código FRAC puede encontrarse en la etiqueta del fungicida. Para asegurarse de que el patógeno de la Botrytis no se hace resistente a los fungicidas, utilice un programa de pulverización que incluya varios tipos de fungicidas que tengan diferentes códigos FRAC.
Insecticida permetrina
Fungicida Ridomil Gold SLDebido a sus propiedades de absorción y translocación hipersistémicas, Ridomil Gold® SL protege las hortalizas, los cítricos, las patatas y los frutos secos de las enfermedades de oomicetos transmitidas por el suelo. Ridomil Gold SL también mejora el rodal, la salud de las raíces y el vigor de los cultivos y tiene métodos de aplicación flexibles y una formulación clara y fácil de usar.
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Fungicida Fontelis
ResumenLos plaguicidas se utilizan ampliamente en la agricultura moderna y son una forma eficaz y económica de mejorar la calidad y la cantidad de la producción, garantizando así la seguridad alimentaria de una población en constante crecimiento en todo el mundo. Cada año se utilizan aproximadamente 2 millones de toneladas de plaguicidas en todo el mundo, siendo China el principal país consumidor, seguido de EE.UU. y Argentina, cuyo consumo aumenta rápidamente. Sin embargo, se calcula que para el año 2020 el uso mundial de pesticidas aumentará hasta los 3,5 millones de toneladas. Aunque los pesticidas son beneficiosos desde el punto de vista de la producción de cultivos, su uso extensivo puede tener graves consecuencias debido a su biomagnificación y a su naturaleza persistente. Diversos plaguicidas contaminan directa o indirectamente el aire, el agua, el suelo y el ecosistema en general, lo que supone un grave peligro para la salud de los seres vivos. En el presente manuscrito, se ha intentado revisar críticamente el uso global de diferentes pesticidas y sus principales impactos adversos en el ecosistema, lo que proporcionará orientación para una amplia gama de investigadores en esta área.
Permetrina
Las infecciones fúngicas son una amenaza mundial emergente para la salud animal, humana y de la fauna silvestre (Fisher et al., 2012; Meyer et al., 2016). En medicina y agricultura, el control de los hongos patógenos representa un serio desafío debido al creciente número de pacientes inmunocomprometidos y a la aparición de cepas resistentes a los antifúngicos. En consecuencia, se necesitan nuevas estrategias antifúngicas, y los intereses actuales se centran en nuevos agentes antifúngicos con propiedades y mecanismos de acción diferentes de los existentes. Idealmente, los antimicóticos de nuevo desarrollo también deberían combinar aspectos importantes como la sostenibilidad, la alta eficacia, la toxicidad limitada y los bajos costes de producción (Marx et al., 2008; Meyer, 2008).
Como muestra la minería del genoma, los hongos tienen un complejo repertorio de secuencias similares a AFP, que se agrupan en tres clases principales A, B y C (Garrigues et al., 2016). Cabe destacar que los genomas de hongos filamentosos codifican más de una AFP de diferentes clases. El genoma de Penicillium chrysogenum alberga tres genes que codifican para AFP pertenecientes a cada una de las tres clases diferentes, mientras que Penicillium digitatum solo tiene una AFP en su genoma (clase B). El genoma de Neosartorya fischeri codifica dos AFP (clases A y C), pero recientemente se ha caracterizado una nueva AFP, que parece ser el primer miembro de una cuarta clase (Tóth et al., 2016).